martes, 9 de diciembre de 2008

Ella cae.

No es tristeza, no lo es.
No es angustia, no es amargura.
Mucho menos es aburrido; eso se lo reservan los insensibles.

¿Monotonía?, sí, es monótono. Y creo que ahí está parte del encanto.
Monótonamente gris, húmedo, frío.

Es el ambiente de un día lluvioso.

Quisiera atraer a todo aquél que sienta eso para lo que aún no se ha inventado una palabra, que es lo que produce en el alma un día así.

Nostalgia, soledad. El aire sórdido. Aquél que sufre no lo soporta, aquél enamorado extraña, aquél triste se ahoga en la pena, aquél preso llora por su condena.
Es que la lluvia no perdona. Ella simplemente fluye, cae, se desliza, resbala, se escurre, inunda, moja, humedece, limpia, sigue cayendo.
Ella no repara en dónde cae. No repara en quienes prefieren un día iluminado para divertirse porque no saben encontrar la poesía de un paisaje diferente. No repara en el mal que puede causarles a quienes no tienen dónde protegerse, no repara en lo que inunda, no repara si frustra una fiesta de gala al aire libre.

Ella cae.
Tal vez se preguntan las gotas si será mejor caer sobre ese oficinista apresurado, sobre aquella mujer sola de zapatos, sobre el niño que corre allá a lo lejos o sobre ese adolescente enamorado. Da lo mismo; se estrellan en una baldosa despedazándose y salpicando a su alrededor. Una cae sobre un charco, y junto a las demás refleja el paraguas oscuro de ese hombre que camina lentamente (¿disfruta de la lluvia?, ¿no quiere llegar?, ¿no tiene a dónde ir?). Otro que pasa apurado se moja los zapatos hundiéndolos en el agua.

Una jóven mira por la ventana de su habitación la imagen de la ciudad oscura. Con una taza de té humeante limpia con la manga de su pulóver el vidrio empañado y, con la mirada perdida a través del manto mojado, piensa en él que se ha ido. O tal vez que está por llegar (¿será aquél que con el paso apurado se acerca a su edificio?).


La pareja sonriente que paseaba de la mano por la plaza, sorprendida por las gotas, se abraza sin intenciones de volver a ningún lado, tal vez al contrario; se dejan mojar juntos olvidándose de todo lo que los rodea, sintiéndose ellos mismos poesía.

La lluvia; la que alegra o entristece, la que hace o deshace, la que ilumina u oscurece, la que exagera los sentimientos, la que despierta sensaciones en el alma.

La que aburre al mediocre y seduce al poeta.

La que me enamora.

Es ella, la lluvia.
Ella cae.

Todo aquél que escucha las gotas sobre el piso y siente que su alma se llena aún más de lo que ya tenía, todo aquél que se sensibilice con ver las nubes oscuras, que se enamore más en un día gris, que escriba cosas hermosas por sentir la humedad, es quien entiende lo que significan estas palabras.







Tal vez sea por eso que si pudiera elegir un estado en la vida, ése sería con vos, bajo la lluvia.

martes, 2 de diciembre de 2008

Somehow (de alguna forma)

lunes, 1 de diciembre de 2008

Nunca más.



Desespera la infinidad de la tragedia. Desespera la irreversibilidad, desespera lo natural y trágico, tremendo, insuperable. Se acaba. Termina. Nunca, nunca más.
Quiero volver el tiempo atrás, quiero lograr volver a hacerlo; no. Es la muerte.
Es el alma que nunca más va a reir, es el rostro que nunca más va a llorar, ni rogar, ni expresar; no vive.
Desespera, desespera.
Ser absorbente y quererlo todo para sí puede ser satisfecho cuando una personalidad fuerte lo permite, pero ahora ¿quién devuelve la vida para satisfacerme lo que quiero? ¿Lo quiero? No lo creo. Es sólo porque sé que no puedo tenerlo. Y no puedo, no puedo.
No puedo desafiar la naturaleza de la falta de vida. No puedo, no puedo. Millones de mentes inteligentes intentando hacer lo que por un capricho me desespera. No puedo, no puedo. Es frágil un cuerpo, muy frágil, para que la vida dependa de él.
¿Y los sentimientos?
¿Dónde están? ¿En el alma?
Desafortunadamente no creo en el alma. Creo que todo es química.
La vida y los sentimientos, una persona, un ser, un mundo, existiendo gracias a un cuerpo débil, frágil, insalvable, inservible.

Y de pronto todo se acaba.

¿Qué hay con los demás, que quieren recuperarlo todo?
¿Qué hay conmigo?
Nunca más, jamás, nunca más.
No puedo, no puedo.