Desespera la infinidad de la tragedia. Desespera la irreversibilidad, desespera lo natural y trágico, tremendo, insuperable. Se acaba. Termina. Nunca, nunca más.
Quiero volver el tiempo atrás, quiero lograr volver a hacerlo; no. Es la muerte.
Es el alma que nunca más va a reir, es el rostro que nunca más va a llorar, ni rogar, ni expresar; no vive.
Desespera, desespera.
Ser absorbente y quererlo todo para sí puede ser satisfecho cuando una personalidad fuerte lo permite, pero ahora ¿quién devuelve la vida para satisfacerme lo que quiero? ¿Lo quiero? No lo creo. Es sólo porque sé que no puedo tenerlo. Y no puedo, no puedo.
No puedo desafiar la naturaleza de la falta de vida. No puedo, no puedo. Millones de mentes inteligentes intentando hacer lo que por un capricho me desespera. No puedo, no puedo. Es frágil un cuerpo, muy frágil, para que la vida dependa de él.
¿Y los sentimientos?
¿Dónde están? ¿En el alma?
Desafortunadamente no creo en el alma. Creo que todo es química.
La vida y los sentimientos, una persona, un ser, un mundo, existiendo gracias a un cuerpo débil, frágil, insalvable, inservible.
Y de pronto todo se acaba.
¿Qué hay con los demás, que quieren recuperarlo todo?
¿Qué hay conmigo?
Nunca más, jamás, nunca más.
No puedo, no puedo.
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