sábado, 3 de mayo de 2008

Ojos que ven y se corren, tratando de disimular lo percibido.
Mentes que esquivan pensamientos, para no sentirse con el compromiso de solucionarlos.
Oídos que escuchan y olvidan, para no tener que admitir que lo sabían.
Mientras todo ese sistema de ignorancia simulada funciona a la perfección
y llena de oro las manos de los que no tienen más lugar donde ponerlo,
otros miran sus últimos días del sol a través del vino barato y los cartones húmedos
cuidando de no caer por las alcantarillas
o no hundirse en el barro de lo más sórdido de la misma ciudad donde cuadras más allá
los magnates ríen de las gracias de algunos idiotas en la televisión.
Y es ese mismo mundo,
el mundo que rodea tanta miseria y tanta riqueza,
tanta tristeza y tanta frialdad,
tanto hambre y tanta comida cara para el perro,
El que sigue elijiendo a estas segundas opciones para que administren las mejores formas de sobrellevar el sistema que hace morir a la mayoría.
Y sigue.

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