viernes, 25 de abril de 2008

Ella era víctima del clima de descontrol; bailaba.
Él, cruzado de piernas, la miraba.
A través de la gente que pasaba riendo sin saber muy bien de qué, a través del humo de los cigarrillos y el vapor, a través de las luces insistentes, su mirada segura y fija se clavaba sobre el cuerpo movedizo.
De pronto se levantó, se deslizó por los espacios ínfimos entre una persona y otra hasta llegar a ella; la agarró de la cara como ya lo había hecho tantas otras veces, pero de una forma que la hizo temer que sería la última. Y de hecho lo era.
Con un beso antecedió su retirada, su desaparición, nunca más volvió.
Ella nunca más se descontroló, nunca más bailó.
Él nunca más la besó.
Ninguno sabe qué pasó.

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